Y he aquí tu parienta Elisabet, ella también ha concebido hijo en su vejez; y este es el sexto mes para ella, la que llamaban estéril; porque nada hay imposible para Dios. Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia. Lucas 1:38-38
En la vida, nos topamos con situaciones que parecen imposibles, obstáculos que nos hacen dudar y nos llenan de desánimo. En esos momentos de oscuridad, nos preguntamos si nuestras oraciones llegan a algún lugar, si nuestros sueños se desvanecen en el aire, si la luz al final del túnel es solo una ilusión. No obstante, en lo más profundo de nuestro ser, reside la certeza de que Dios tiene un plan para cada uno de nosotros. Un plan perfecto y preciso que se despliega en el momento justo.
La historia de Zacarías e Elisabet registrada en el capitulo 1 de el evangelio de Lucas es un faro que ilumina esta verdad: para Dios no hay imposibles. Zacarías, un hombre de profunda fe, y su esposa Elisabet, anhelaban con todas sus fuerzas tener un hijo. Sin embargo, la esterilidad de Elisabet convertía este sueño en algo aparentemente inalcanzable. Pero Dios, con su amor infinito, escuchó sus oraciones y el ángel Gabriel anunció a Zacarías que Elisabet concebiría y daría a luz a un hijo, Juan el Bautista.
Ante esta noticia asombrosa, Zacarías, a pesar de su devoción, dudó. La incredulidad, incluso en aquellos que se consideran cercanos a Dios, puede nublar nuestra percepción y hacernos olvidar el poder ilimitado del Señor. El ángel Gabriel, ante la vacilación de Zacarías, le recordó que Dios no tiene límites. Zacarías, por su falta de fe, quedo mudo hasta el nacimiento de Juan. Esta historia nos recuerda que la fe, incluso en medio de la tormenta, es la brújula que nos guía hacia el cumplimiento de las promesas divinas.
En contraste, la historia de María nos muestra la belleza de la humildad y la obediencia. La virgen María, una joven humilde, fue elegida por Dios para ser la madre de Jesús, un acontecimiento que transformaría la historia de la humanidad. Ante esta noticia que cambiaría su vida para siempre, María no cuestionó la voluntad de Dios. Aceptó su papel con fe y sumisión, declarando: “He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra”.
María, a diferencia de Zacarías, demostró una fe inquebrantable y una disposición absoluta a someterse a la voluntad divina. Dios, en su infinita gracia, la escogió no por sus méritos o capacidades, sino por su corazón puro y dispuesto. La historia de María nos enseña que, cuando nos alineamos con la voluntad de Dios y le entregamos las riendas de nuestras vidas, Él puede obrar maravillas a través de nosotros, incluso en las circunstancias más desafiantes.
Dios tiene el poder de transformar lo imposible en posible. Sus acciones no se limitan a nuestras expectativas o a nuestra lógica humana. Él puede crear vida donde solo hay aridez, abrir caminos en medio del desierto y sembrar esperanza donde reina la desesperación.
Existe un “tiempo de cumplimiento” para cada promesa de Dios. Él no se rige por nuestro reloj, sino que se mueve en su plan perfecto. La espera puede ser larga y llena de incertidumbre, pero nunca debemos olvidar que Dios es fiel a su palabra y que su tiempo es siempre el adecuado.
Debemos mantener la fe y la esperanza, incluso cuando las circunstancias parezcan contradecir las promesas de Dios. Recordemos que Él está obrando en nuestras vidas, aunque a veces no podamos percibirlo con nuestros sentidos.
Al igual que María, debemos aprender a decir “sí” a la voluntad de Dios, confiando en que Él tiene un plan perfecto para cada uno de nosotros. Aunque el camino sea difícil, recordemos que la visión se materializará en el momento preciso. Habacuc 2:3
No importa cuán imposibles parezcan nuestras circunstancias, Dios tiene el poder de hacer milagros en nuestras vidas. Solo necesitamos alimentar la llama de la fe, confiar en su tiempo perfecto y permitir que su voluntad se cumpla en nosotros.